Servicios
Servicios
Buscar
Idiomas
P. Completa
DR. PLÁCIDO RODRÍGUEZ RIVERO, EPÓNIMO DEL HOSPITAL CENTRAL DE SAN FELIPE, ESTADO YARACUY
William Ojeda García
William Ojeda García
DR. PLÁCIDO RODRÍGUEZ RIVERO, EPÓNIMO DEL HOSPITAL CENTRAL DE SAN FELIPE, ESTADO YARACUY
Dr. Plácido Rodríguez Rivero, eponymous Central Hospital of San Felipe, Yaracuy State
Revista Venezolana de Salud Publica, vol. 7, núm. 1, 2019
Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado
resúmenes
secciones
referencias
imágenes
Carátula del artículo

Imagenes Salud Publica

DR. PLÁCIDO RODRÍGUEZ RIVERO, EPÓNIMO DEL HOSPITAL CENTRAL DE SAN FELIPE, ESTADO YARACUY

Dr. Plácido Rodríguez Rivero, eponymous Central Hospital of San Felipe, Yaracuy State

William Ojeda García
Dirección Centro de Historia del Estado Yaracuy, Venezuela
Revista Venezolana de Salud Publica, vol. 7, núm. 1, 2019
Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado

Recepción: 11 Mayo 2019

Aprobación: 30 Mayo 2019

Con la incorporación del Dr. Placido Daniel Rodríguez Rivero a la Academia Nacional de la Historia con su obra “Origen y Desarrollo de San Felipe El Fuerte”, se conocieron reveladoras verdades sobre la historia de la vieja ciudad colonial, gracias al intenso trabajo investigativo realizado por este eminente sanfelipeño que llego incluso a ser presidente de la Academia Nacional de Medicina y rector de la Universidad Central de Venezuela.

Este ilustre hijo de San Felipe nació el 28 de agosto de 1876, fueron sus padres Daniel Rodríguez Obregón y Doña Elodia Rivero Vidoza, hija del conocido político Agustín Rivero y de Elodia Vidoza, Placido Daniel Rodríguez Rivero es el segundo hijo de esta unión y hermano de Rosa Sofía Rodríguez Rivero, distinguida dama que contrajo matrimonio con el eminente Abogado Rafael Caldera Izaguirre, y de este enlace nació el 24 de enero de 1916 el Dr. Rafael Antonio Caldera Rodríguez, ilustre yaracuyano, político e intelectual, dos veces Presidente de la República de Venezuela. El padre de Placido Daniel enviudo y posteriormente caso con la señorita Ana Teresa Zavarce, hija del conocido militar y político liberal Hermenegildo Zavarce, quien fuera candidato presidencial contra Francisco Linarez Alcántara en el proceso electoral de 1877. 1-5

Rodríguez Rivero realizó sus estudios primarios y medios en su ciudad natal, tras lo cual se traslada a Caracas donde obtiene en 1989 el título de Bachiller en Filosofía y Agrimensor Publico, luego en 1897 se graduaría en Doctor en Ciencias Médicas en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Durante sus estudios superiores, fue interno, por concurso, de los Hospitales Civiles del Distrito Federal (1885), ejerció su profesión en San Felipe entre los años 1914 a 1921 y en la ciudad de Barquisimeto entre los años 1900 y 1910. De igual manera, es pertinente acotar que participó activamente en los combates de la llamada Revolución Libertadora durante el periodo comprendido entre 1901-1903, luego de lo cual viaja a Paris, donde realizó cursos de especialización durante 1910.

Retornó al país, se radica en Puerto Cabello durante el periodo comprendido entre los años de 1914-1921 y funda una casa de salud. Se dedicó fundamentalmente en su práctica médica al arte quirúrgico, ejecutando importantes operaciones sobre todo a nivel de cuello. En el ramo sanitario, fungió como Director de Higiene del estado Lara, medico de Sanidad en Puerto Cabello, en dos oportunidades, Director de Sanidad Nacional y fundador de la Clínica Maracay en 1926.1-5

En el campo educativo, le correspondió ejercer como director del Colegio Federal de San Felipe en 1898, profesor (interino) de Medicina Operatoria del Colegio Federal de primera categoría de Barquisimeto, donde llego a desempeñar los cargos de vicerrector del Plantel. De igual forma, fue miembro principal del Consejo de Instrucción Pública del estado Lara y rector de la Universidad Central de Venezuela en el periodo comprendido entre los años de 1928 y 1935. Las situaciones políticas condujeron al distinguido medico sanfelipeño a asumir el Rectorado de la Universidad Central de Venezuela desde el 11 de abril de 1928 hastía el 22 de diciembre de 1935. Cuando tomo posesión de la alta responsabilidad rectoral se vivían los síntomas de los sucesos de febrero de 1928 originados por la Semana del Estudiante donde la reina Beatriz Peña era su símbolo. En un interesante relato del médico sanfelipeño Dr. Nicolás Capdevielle, este señala que Caracas vivía una situación política agitada durante el régimen autocrático de Juan Vicente Gomes. En ese entonces el rector Diego Carbonell quien estaba frente a la conducción de la UCV desde 1925, fue sustituido el 9 de febrero de ese mismo año por el Dr. Juan Iturbe, quien debió enfrentar las protestas más graves vividas en esa época realizada por los estudiantes que tenían sus ecos en los disturbios callejeros en solidaridad con los jóvenes universitarios. A partir de aquella época fue cuando le tocó al Dr. Rodríguez Rivero ejercer el Rectorado de la UCV, gestión que realizo con éxito, sin grandes sacudimientos y agitaciones. En diciembre de 1929 la UCV reabría sus puertas después de casi un año clausurado. Fue en esa época en que un grupo de estudiantes yaracuyanos se inscribieron en la máxima casa de estudios, entre esos Manuel Rodríguez Cárdenas, quien posteriormente el poeta contaría sobre su primer contacto con el ya famoso paisano. “Le hallamos en el Rectorado, detrás de un pequeño escritorio, era un hombre vivaz, de voz un tanto opaca, trajeado de negro, tórax amplio y manos expresivas. Usaba lentos muy finos sobre la nariz y se expresaba en forma campechana, directa y sin esquiveces. Cuando era necesario apelaba a las palabras fuertes del idioma, reflejando una enorme sinceridad y una adhesión exagerada, extremadamente leal, a lo que consideraba sus compromisos políticos, sin embargo, a poco de mostrar esa fisonomía áspera, caía en la adustez y se volvía buenote, sencillo, generoso e íntimo”. Se le notaba el regocijo cuando recibía al primer grupo denso de paisanos que alcanzaban la Universidad, hijos, parientes o simples conocidos de quienes habían sido sus compañeros y, por quienes preguntaba ansiosamente” 1-5

Tras la muerte de Juan Vicente Gómez en 1935 a Rodríguez Rivero lo sustituyo como Rector de la UCV el Dr. Francisco Antonio Risquez, quien transformo la universidad en una vanguardia contra la reacción que se insertaba en la política venezolana para tratar un neogomecismo o un gomecismo sin Gómez.1-5

Entre las investigaciones de Rodríguez Rivero destacan casi 60 títulos, siendo publicados la mayoría de sus trabajos históricos-médicos, en la revista Archivos Históricas Medicas de Venezuela (1934-1938), fundada, sostenida y dirigida por él, gracias a estas investigaciones, se le considera como el fundador de los estudios relativos a la Historia de la Medicina en nuestro país. Entre estas publicaciones cabe reseñar las siguientes: Apuntaciones para la Historia de la Cirugía en Venezuela editorial Sur-América (1930), Contribución a los Estudios de La Elefantiasis Arábiga en Venezuela , Tipografía Americana (1921), Epidemias y Sanidad en Venezuela ,Tipografía Mercantil (1924); Epónimas Anatómicas, Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina (1950), Historia de la Epidemia de Cólera en Venezuela (1854-1856), Parra León Hermanos Editores (1929), Historia Médica de Venezuela hasta 1900, Parra León Hermanos Editores (1931), Notas Clínicas de Cirugía, Tipografía Americana (1917), Origen y Desarrollo de San Felipe El Fuerte, Congreso de la Republica (1979), La Primera Trepanación Craneana Practicada, Tipografía Americana (1932).

Por sus méritos académicos en los campos de la Medicina y de la Historia, le llevaron a ser admitido como Individuo de Numero de la Academia Nacional de la Historia (10-8-1935), y de la Academia Nacional de la Medicina (30-10-1930), cuya presidencia ejerció durante el periodo 1934-1936. 1-5

En la Academia Nacional de la Historia le toco ocupar el Sillón “X”, dejado vacante por Rafael Cabrera Malo, fallecido ese año, después de haber permanecido en dicha academia desde 1916. Rodríguez Rivero se incorpora a la docta institución el 14 de julio de 1938 presentando su trabajo “Origen y Desarrollo de San Felipe El Fuerte”, obra que nos conduce desde los senderos del pueblito “Cerritos de Cocorote”, varias veces edificado y otras tantas devastado por los belicosos vecinos de Barquisimeto, hasta que se levantó más hacia el sur, la ciudad creada en virtud de la Real Cédula expedida por el Rey Felipe V, el 6 de noviembre de 1729, en Sevilla-España. Ahora tenemos en San Felipe lo que fue una ciudad colonial: su cotidianidad, sus pasiones, sus ansias de libertad en conflicto con los deseos de esclavizar, sus ambiciones, su belleza, su religiosidad. Todo yace a los pies de los visitantes al parque San Felipe El Fuerte entre escombros y columnatas apenas dejadas por el devastador terremoto del 26 de marzo de 1812.Figura 1

En su discurso Rodríguez Rivero hizo aflorar todo sin contemplar las ruinas. No preciso, según el médico Nicolás Capdevielle, que Páez Pumar le hubiera dicho: “Aquí estuvo la iglesia, la Calle Rey, la plaza, el cementerio o la factoría de la Compañía Guipuzcoana”, ya él lo sabía muchos años antes.

Ya en sus amarillentos documentos, en sus empolvorados libros había ensamblado la ciudad sepultada y había puesto a caminar a sus habitantes sobre las empedradas calles de la que sería uno de los más importantes poblados de la colonia, por su enclave y por su floreciente comercio. Rodríguez Rivero encierra una nueva concepción para enterarnos de cómo vivían los habitantes de este pueblo durante los últimos años de la colonia y en la alborada e la independencia, lapso en que la ciudad crecía, se hacía prospera y de creciente importancia económica, hasta que la hecatombe del Jueves Santo del 26 de marzo de 1812, la transformó en una masa de escombros rodeada de un aterrador silencio.

El Dr. Nicolás Capdevielle dice que, en el acto de recepción del nuevo académico, decía la Dr. Parra León: “El origen y desarrollo de San Felipe El Fuerte, esta sin duda formado por los datos sueltos que recogió el autor en sus frecuentes peregrinaciones por nuestros archivos, cuando historiaba la medicina nacional. El amor por el suelo nativo se encargó de irlos entresacando y guardando son perseverancia, de acrecerlos después de diligentes búsquedas y ordenarlos, por último, en la interesante compilación que el nuevo colega ha puesto delante de nuestros ojos con motivo de su ingreso a este instituto”.

En su obra Rodríguez Rivero derriba mitos y tradiciones tendida hasta entonces como paginas históricas, demostrando que en esa disciplina debe nutrirse de verdades documentadas, producto de una exhaustiva labor reinvestigación y que tengan como abrevadero una sólida ý confiable base archivista. Dice Capdevielle que por ese motivo Rodríguez Rivero su prudencia en construir el pasado lo llevo a desmentir la leyenda de la Heroína Cecilia Mujica, tarea completada por el gran historiador Nicolás Perazzo, el cuento del supuesto sacrificio, cuajado de romanticismo, de una adolescente que no existía sino en la afiebrada mente del escritor ingenuo y bohemio Pedro Emilio Acosta, quien con una novela rosa publicada en 1909, se inspiró en una cadena de falsedades escritas por don Manuel Prado en la primera edición del Diccionario del Estado Lara, de Velasco Mc Pherson, editado en 1883, con motivo del Centenario del Natalicio del Libertador. 1,2,3,4,5

En este caso de verdad histórica Rodríguez Rivero fue inclemente y colocó el hecho dentro del lugar que le correspondía: el de las leyendas, mitos y fantasías.

Rodríguez Rivero es un patrimonio moral imperecedero del que estamos profundamente orgullosos porque su ejemplo, su ejecutoria, su obra labrada en el ámbito de la honradez y el decoro sigue viva, sigue latente la cual se valora como ejemplo y marco de referencia para las presentes y futuras generaciones.Figura 2

Con una obra inacabada, con una energía aun intacta, con una actividad creadora a toda prueba, de su casona solariega de Caracas, situada entre las esquinas de Salvador de León y Socarras, la noticia de suerte se extendió como un manto luctuoso. Repentinamente su luz vital se extinguió, su apasionado y fecundo periplo por la vida quedo trunco aquel 21 de febrero, martes de carnaval, de 1939, cuando contaba con 63 años y como bien lo dijo el Dr. Manuel Rodríguez Cárdenas en esta ciudad durante 1976: “Estoy seguro de que allá en el mundo infinito donde vive la ausencia, la mira hacia nosotros. Y sonríe…”



Texto Histórico autoría del Dr. RodríguezR



Dr. Placido Rodríguez Rivero.

Material suplementario
Información adicional

Como citar: Ojeda García, W. (2019). Dr. Plácido Rodríguez Rivero, epónimo del Hospital Central de San Felipe, estado Yaracuy. Revista Venezolana De Salud Pública, 7(1), 53-55. Recuperado a partir de https://revistas.ucla.edu.ve/index.php/rvsp/article/view/2178

Referencias
1) Centro de Historia del Estado Yaracuy. Archivos Históricos.
2) Rodríguez Rivero PD. Origen y Desarrollo de San Felipe El Fuerte, Ed La Única. San Felipe; 1968.
3) Capdevielle Peralta N. Placido Daniel Rodríguez Rivero. Un Biógrafo Biografiado. Editorial Impacto C.A. 1997.
4) Rodríguez Cárdenas M. Dos Yaracuyanos Eminentes; 1976.
5) Rodríguez Camacaro M. Historia de la Medicina en Yaracuy; 1982.
Notas


Texto Histórico autoría del Dr. RodríguezR


Dr. Placido Rodríguez Rivero.
Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes